Sin embargo, atribuir todo el éxito reciente de Brasil a los precios de las materias primas es un error. Entre sus exportaciones más importantes, hay varios que no son materias primas, como los autos, el equipo de transporte, y el calzado. Embraer se ha convertido en una compañía aeronáutica de nivel mundial, peleando por contratos del Pentágono. Brasil también es un líder en la producción de etanol, una fuente de energía cada vez más importante.
También se equivoca en su análisis de la Bolsa Familia. Sharma escribe como si fuera una simple redistribución de dinero, si por el simple hecho de ser pobres, las familias inscritas reciben su pago financiado con los impuestos de los trabajadores y empresas productivas. Pero la gran mayoría de los padres de familia reciben sus pagos con la condición de que sus hijos sigan en la escuela y de que reciban las vacunas ofrecidas por el gobierno. Es decir, no es un regalo a los pobres por ser pobres, sino una inversión para incrementar el capital humano de los brasileños que menos capital humano tienen. Más allá que sus méritos morales, los que abogan por la Bolsa Familia creen que es un motor importante para el crecimiento a largo plazo. Peor aún, Sharma se queja de los bajos niveles de educación en Brasil, pero ignora que la Bolsa Familia representa un intento de superar precisamente este obstáculo al desarrollo.
Más aún, aceptando su premisa de que la Bolsa Familia reduce el crecimiento a corto y a largo plazo, cabe mencionar que el crecimiento del PIB no lo es todo. Un país que crece rápidamente pero sin provocar reducciones correspondientes en sus niveles de pobreza y desigualdad –véase por ejemplo el Perú de Toledo– no tiene un modelo envidiable. Es decir, suponiendo que dedicar tantos recursos a la Bolsa Familia baja el crecimiento por un punto anual, si esta estrategia implica que docenas de millones de brasileños entran a la clase media, entonces es un sacrificio lógico.I actually agree with a lot of what the author says, but this piece was too one-sided. I'd say that Brazil's rise represents the odd relationship between perception and reality in determining success within the community of nations. Often people seem to want to treat a nation's performance like a football team's, only there is no easy and relatively comprehensive metric (like wins) with which to do so, nor is there a logical endpoint at which you can look back on a season of competition. People use growth, of course, and with emerging markets they talk about needed structural reforms, and the ease of doing business and the competitiveness rankings and poverty reductions and inequality measures and a million other things. But all of these have a limited application, and you wouldn't say you really know the reality of Brazil's political economy simply by looking at the latest report from the World Economic Forum, at least not in the way a 3-13 record gives you a definitive picture of reality for an NFL team. So much of what you are left with is others' perceptions, which in turn fuel your own perceptions, and likely do the same with authors of subjective rankings like those of the WEF. Perceptions fuel perceptions which fuel perceptions, a dynamic that tends to generate rote thinking and bubbles of enthusiasm.
Obviously, this is quite a bit simplistic, but I do think there something like this was at play with Brazil's image over the past decade. And so an article aiming to take some of the air out of this bubble is quite right, but the overwhelmingly negative opinion expressed by Sharma is a bit much.
No comments:
Post a Comment