Now on to Mexico, and noteworthy reactions to the recent political events therein. Rogelio Ramírez de la O, who closes thusly:
Hasta ahora los gobiernos del PAN prefirieron la estabilidad macroeconómica al mayor crecimiento. Por esa razón el récord que entregan es muy pobre para el potencial de México, de sólo 2.0% de crecimiento del PIB anualmente entre 2001 y 2011.Macario Schettino on the counters of the political dynamic to come:
Desde luego, en este periodo hubo dos recesiones globales, una en 2001 y la otra en 2009, pero es difícil que en la era que vivimos haya crecimiento global sin caídas. El hecho es que México creció menos que Brasil (3.6%), Argentina (5.0%), Chile (4.1%) o Perú (5.8%) en ese mismo periodo.
El PAN no intentó escapar de este equilibrio de bajo crecimiento y explorar uno de mayor crecimiento, pues ello hubiera requerido aumentar la recaudación, reducir el gasto corriente y controlar los precios exagerados de monopolios y oligopolios.
Cualquier nuevo gobierno enfrenta el mismo problema y, como el PAN, tendrá sus limitaciones políticas propias. Sus riesgos, sin embargo, serán mayores a los del PAN, pues los problemas de un crecimiento muy bajo son acumulativos. Incluyen una caída en la producción de petróleo y una situación social con mayores presiones.
La próxima Cámara de Diputados tendrá, además de los 240 diputados mencionados del PRI-PVEM, 8 o 9 del PANAL, que podrían sumarse a la coalición para acercarse a la mayoría. Pero van a salirle caros a Peña. Del lado del PAN puede haber poco menos de 120 diputados, que son menos que los que hoy tiene. Si la elección de 2009 fue considerada un fracaso por el PAN, e incluso provocó la renuncia de su presidente, imagínese la de hoy. Como lo escribió el mismo Germán Martínez ayer, es “el desastre”.
Los ganadores están en la izquierda. El PRD pasará de 70 a cien diputados, mientras que PT y MC que hoy suman 20 pueden llegar a 36. Así, tendremos una Cámara con, digamos, poco menos de la mitad en la alianza “gobernante”, con dos grupos más o menos del mismo tamaño a ambos lados. Sin embargo, al interior de esos dos grupos hay diferencias que no son menores. En la coalición PRD-PT-MC, entre 40 y 60 diputados serán cercanos a López Obrador, y el resto a la fracción moderada. Así, la tensión entre AMLO y los moderados será determinante en la posibilidad de alianzas entre este grupo y el gobierno. Del otro lado, el PAN seguramente vivirá un proceso muy serio de ajuste, que igual puede alterar su relación con el gobierno y favorecer u obstaculizar alianzas.
Más claramente: Peña Nieto no tendrá mayoría en el Congreso, pero tampoco tendrá escenarios favorables de negociación con los otros partidos. Aunque hay un grupo de legisladores panistas y perredistas que estarían a favor de hacer algunas reformas, la posibilidad de que lo hagan depende de su posición al interior de sus fracciones parlamentarias, que no está clara aún, pero no que no parece que vaya a ser muy favorable. Por ejemplo, la reforma energética que permitiese una modernización relevante de Pemex habrá que olvidarla. Tal vez pueda salir la laboral, en la versión simple que el PRI presentó y no quiso votar cuando podía. Ahora le va a salir cara. Veo muy difícil la reforma fiscal, que obligadamente requiere IVA generalizado y a tasa mayor a la actual. Y si ésta no pasa, pues la idea de tener un sistema universal de seguridad social se queda en idea, porque no habrá dinero para aplicarla.
Bajo Reserva on the future role of Luis Videgaray, Peña Nieto's foremost political operator:
AHORA dedica una buena parte del tiempo a tejer el gabinete para los próximos seis años. Enrique Peña Nieto está ocupado en la revisión de los perfiles de quienes lo acompañarán en el próximo gobierno federal. Desde el edificio central del PRI, los grupos comenzaron a empujar varios nombres para las secretarías de Estado y, por supuesto, muchos se sienten ya acomodados en el presupuesto. Pero don Enrique tiene en la mira un primer bloque: los más cercanos, aquellos que lo acompañaron en el gobierno del Estado de México, para luego pasar a las “figuras” de la clase política del PRI. La relación seguramente comenzará por Luis Videgaray, su principal operador. Hay quienes lo imaginan como “supersecretario” de Hacienda, pero otros lo ven como jefe de la Oficina de la Presidencia, virtual jefe de gabinete. La “gabinetología” será deporte nacional los próximos meses.Mark Weisbrot, whom I often find to be a bit knee-jerk in his support for creatures of the left and rejection of their opponents, is hard to dispute here:
Between 1980 and 2000, when the Institutional Revolutionary Party, or PRI, lost control of Mexico for the first time in more than 70 years, the country saw a precipitous drop in economic growth. Before the 1980s, Mexico was growing at a rate that would have lifted the country to European living standards, had it continued.It is not fashionable among observers, in the United States or Mexico, to mention that Mexico’s economy has performed abysmally for more than 30 years. Starting with the recession and Latin American debt crisis in the early 1980s, the PRI shifted toward what economists call “neoliberalism”: abandoning state-led industrial and development policies, tightening monetary and fiscal policies and liberalizing foreign investment and trade. The North American Free Trade Agreement, which took effect in 1994, was only the most visible example of this transformation.Of course, not all of these policies were mistaken, but the overall result was an unqualified failure. The same thing happened across Latin America from 1980 to 2000, where gross domestic product, per capita, grew by 6 percent, as compared with 92 percent over the prior two decades.
And Leo Zuckermann, who sees a weak president in Enrique Peña Nieto:
Esto cambia de manera radical las perspectivas de Peña. Ahora tendrá que conseguir los votos de la oposición en el Congreso. Podría negociar con el PAN algunos acuerdos en reformas donde tienen coincidencias (laboral y energética, por ejemplo) y otras con los partidos de izquierda (en materia de seguridad social). El problema es que los partidos opositores no tendrán incentivos para apoyar a un nuevo Presidente que prometió eficacia gubernamental. Al revés: política y electoralmente les conviene que Peña no saque nada para que los votantes se desilusionen pronto de él.
¿Suena familiar? Desde luego que sí. Es lo que ha ocurrido con los presidentes panistas: tanto el PRI como la izquierda les negaron reformas. No querían que se colgaran ninguna medalla. Pretendían debilitarlos para que ellos pudieran regresar al poder. Fue claramente la estrategia del PRI en los últimos años. Pero ahora, en el Congreso, el poder del cambio lo tendrán el PAN y la izquierda, si ésta no se margina del proceso de negociación política. No dude usted: van a venderle muy caro su amor al nuevo Presidente.
Durante estos dos últimos sexenios, los priistas siempre dijeron que los panistas eran unos ineptos porque no sabían negociar con el Congreso. Ahora le toca a los priistas demostrar que ellos son mejores para conseguir votos de la oposición en el Poder Legislativo. No va a ser nada fácil.
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